miércoles, 23 de septiembre de 2009

LA POBREZA

La pobreza tiene varias dimensiones que cambian dependiendo del lugar y el tiempo y se ha descrito de varias formas. Se analiza la pobreza -su evolución y magnitud- en los países en desarrollo y se afirma que se carece de una definición conceptual de la pobreza que pueda reivindicar un carácter universal.
La pobreza es hambre. La pobreza es falta de techo bajo el cual resguardarse. La pobreza es estar enfermo y no poder ser atendido por un médico. La pobreza es no poder ir a la escuela y no saber leer. La pobreza es no tener trabajo, tener miedo al futuro y vivir día a día. La pobreza es perder a un hijo debido a enfermedades relacionadas con el agua impura. La pobreza es impotencia, falta de representación y libertad.
Los análisis de pobreza distinguen entre pobreza absoluta y pobreza relativa.
Pobreza relativa, es cuando las unidades bajo análisis son "pobres" en relación con "otras unidades" a ser especificadas.
La pobreza absoluta caracteriza exclusivamente la situación de la unidad bajo análisis, sin hacer comparaciones de ningún tipo. Se habla de pobreza absoluta cuando la vida de los involucrados se ve afectada por carencias físicas o socioculturales. Cuando se ve amenazada la subsistencia física (expresada en términos de alimentación, indumentaria, vivienda) se denomina pobreza absoluta primaria. Mientras que se refiere a pobreza absoluta secundaria cuando no se alcanza un mínimo existencial que responda a las convenciones sociales y culturales.
Como la pobreza tiene varias dimensiones se tiene que mirar a través de varios indicadores, niveles de ingresos y consumo, indicadores sociales e indicadores de vulnerabilidad de riesgos y acceso socio-político.
Sólo conociendo la dimensión de la pobreza en un país es posible fijar -a nivel nacional e internacional- prioridades racionales en la lucha contra la pobreza y obtener y facilitar los fondos correspondientes.
Sólo conociendo la forma que adopta la pobreza, su magnitud y causas, es posible elaborar adecuadamente programas específicos destinados a combatirla.
En una economía de mercado, el Estado tiene un rol muy importante que cumplir en la lucha contra la pobreza, para permitir un mayor grado de igualdad de oportunidades. La pobreza es un círculo vicioso que, además de tener efectos graves sobre la calidad y niveles de vida de los pobres, afecta las posibilidades de crecimiento económico y estabilidad social y política. Las familias que enfrentan una situación de pobreza se ven afectadas por secuelas en la nutrición, en la salud y en la capacidad para recibir instrucción que en muchos casos no pueden ser remontadas, aunque los ingresos mejoren.
Una población pobre tiene una baja expectativa de vida, sufre de altas tasas de incidencia de enfermedades, es mano de obra poco calificada y, por todo ello, constituye una fuerza de trabajo poco productiva.



POBREZA EN ARGENTINA – ALGUNOS DATOS

En la Argentina, la historia de la pobreza muestra un significativo vuelco en el transcurso de los últimos 15 años.
Las "villas miseria", barrios ilegalmente constituidos ubicados en zonas marginales del espacio urbano, carentes de una infraestructura mínima de servicios orientados a atender sus requerimientos básicos, surgen de la crisis del modelo agroexportador en la primera mitad de siglo y el temprano desarrollo de la actividad industrial ya que estos favorecieron a un rápido proceso de urbanización. La crisis que se inicia en los setenta, consolidan los bolsones de pobreza estructural, que en el caso de la Argentina, en relación a la gran mayoría de los países de América Latina, son de extensión limitada.
Las transformaciones económicas y sociales que caracterizaron a la década del ochenta tuvieron un notable impacto en las condiciones de vida de la población. La fuerte recesión, se tradujo en un notable deterioro de la capacidad que el sistema productivo tiene de generar empleo. Así se extendió la pobreza.
Desde el punto de vista de la metodología adoptada para la medición de uno y otro tipo de pobreza, es importante destacar que el criterio de medición que se basa en la evaluación de la satisfacción de las necesidades básicas (NBI) es adecuado para la captación de los hogares pobres estructurales. Esto responde al fuerte sesgo que este criterio tiene a evaluar, a través de las condiciones de las viviendas, la no-existencia de un stock básico, lo cual resulta de una larga historia de pobreza.
Los nuevos pobres son hogares que seguramente cuentan con una vivienda adecuada, acceso a servicios de saneamiento básico, etc., a los cuales pudieron acceder previo al deterioro de sus ingresos. Es precisamente este último aspecto el que los identifica, por lo que el criterio de Línea de Pobreza (LP) es el más adecuado para su captación.
Para el análisis de la situación de pobreza en diferentes regiones del país se recurre básicamente a dos fuentes de información:
Los censos de población de 1980 y 1991, a través de los cuales es posible evaluar la incidencia y distribución de la pobreza estructural a lo largo de la década del ochenta.
Encuestas de hogares, a través de las cuales se pudo relevar los ingresos que las familias perciben.
Entre 1980 y 1991 el número de hogares con necesidades básicas insatisfechas muestra una reducción del 4%, en tanto el número total de hogares se incrementó en un 20,5%. De este modo, la incidencia de la pobreza pasa de ser del 18.3% al 14.5%. Esta reducción relativa de la pobreza tuvo lugar en la casi totalidad de las provincias del país, siendo la Capital Federal y Tierra del Fuego los únicos distritos donde se verifica un leve incremento de la misma.
Para el caso del Gran Buenos Aires, entre 1980 y 1986 se produce un leve incremento de la pobreza. El proceso inflacionario que se inicia desde 1987, y que tiene su pico en 1989, repercutió en un crecimiento del 100%, representado fundamentalmente por aquellas familias que, si bien tienen sus necesidades básicas satisfechas, el deterioro de sus ingresos las lleva a la situación de no poder cubrir el costo de una canasta básica de bienes y servicios.
A partir de 1990 se inicia una progresiva reducción del tamaño de la pobreza, a una velocidad que decrece de año en año, siendo la proporción de hogares bajo la línea de pobreza en 1993 del 19.4%. Por último, y en forma coherente con el deterioro del nivel de los ingresos familiares de los sectores medios y bajos más pobres que se verificó desde 1994, la pobreza muestra un incremento que se extiende hasta el año 1996. Hacia mayo de este año, el 26.5% de los hogares era pobre.
La clasificación de los hogares en una escala de ingresos per cápita expresada en términos de valores de líneas de pobreza nos permite comprender la dinámica de este proceso, al mostrarnos cómo se posicionan los hogares en torno al límite de la pobreza. La proporción de hogares con ingresos comprendidos entre 0.75 y 1.25 líneas de pobreza, es decir aquellos cuyos ingresos se ubican en la proximidad de la línea por encima y por debajo, supera al 15% desde 1987. Este grupo adquiere gran significación, pues aumenta la importancia del efecto que puedan tener políticas moderadas de empleo e ingreso en la incidencia de la pobreza y, por otra parte, es el más vulnerable al deterioro de los ingresos captados por parte de las familias.
En el período posterior, entre 1990 y 1992, la proporción de los hogares indigentes - aquellos que, aún si utilizaran la totalidad de sus ingresos para la alimentación no lograrían acceder a una canasta básica de alimentos - llega a 12.3% en 1989, reduciéndose luego hacia 1992 valores cercanos al 2%. Por último, en 1993 la proporción de hogares indigentes inicia un aumento, que llega al 3.8% en mayo de 1996.
La etapa del ciclo vital en que se encuentran las familias tiene especial incidencia en la probabilidad que éstas tienen de quedar inmersas en el universo de la pobreza. La presencia de niños en la familia tiene el doble efecto de, por un lado, aumentar el número de personas que dependen del ingreso de los adultos, y por otro, disminuir este ingreso, al dificultar a la madre de los niños su participación en la actividad económica.
En los hogares con niños la probabilidad de ser pobres aumenta significativamente. En en 1994 en el Gran Buenos Aires la incidencia de la pobreza para el total de los hogares es de 18.4%, entre los hogares con niños menores de 15 años la misma se eleva al 32.9%. Como consecuencia de ello, el 43% de estos niños viven en hogares pobres. En conclusión, los efectos de la pobreza y la desocupación tienen especial impacto en las familias con niños. -
FUENTE: www.ubp.edu.ar/todoambiente



NO TODA LA CULPA ES DEL CHANCHO




CRITICA DIGITAL
Por Tomás Canosa
A pesar de las promesas de mayor transparencia, el INDEC volvió a sorprender ayer al difundir una sensible baja en las tasas de pobreza e indigencia en el año de la crisis. Si los datos del organismo fueran verídicos, en los últimos doce meses un millón de personas habrían dejado de ser pobres y otros 200 mil de ser indigentes. Los analistas privados descreen de la información oficial y aseguran que en realidad la pobreza y la indigencia afectan a más del doble. Hasta el ex presidente Néstor Kirchner reconoció el mes pasado que la pobreza “se encuentra en el 20, 22 o 23 por ciento”.El informe publicado por el INDEC despierta demasiadas sospechas. El organismo oficial reconoció la desaceleración de la actividad económica y la destrucción de puestos de trabajo producto del estallido de la crisis internacional. La actividad industrial se desplomó durante los primeros meses del año, y las empresas adelantaron vacaciones y suspendieron personal para evitar más despidos. Por lo tanto, cuando se registra una caída del PBI y se destruyen puestos de trabajo, la caída en la tasa de la pobreza sólo podría explicarse si el Gobierno hubiera implementado nuevos planes sociales para asistir a los más desfavorecidos.El INDEC aseguró que la pobreza afecta al 13,9% de la población y descendió 3,9 puntos en los últimos doce meses. Según se desprende de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que se realizó en 31 conglomerados, se detectaron 709 mil hogares pobres (integrados por 3.429.000 personas). Estas familias tienen ingresos menores a $ 1.007 mensuales y no llegan a adquirir una canasta integrada por alimentos y servicios básicos. Mientras que 232 mil hogares son indigentes (995 mil personas), que no pueden acceder a una canasta básica de alimentos, que según el INDEC cuesta 445,6 pesos.El nordeste es la región más desfavorecida del país, donde una cada cuatro personas es pobre. Paradójicamente, el nordeste es la zona con la menor tasa de desempleo para el INDEC. En Río Gallegos la situación es totalmente distinta: sólo el 1,3% de la población es considerada pobre. La pobreza en la Capital Federal creció 2% durante el último semestre (7,3%), y la de Rosario trepó 2,6 (a 14,6%) los últimos 12 meses.La publicación de la EPH del primer semestre representa un golpe a la credibilidad del ministro de Economía, Amado Boudou. Uno de los pilares de su gestión se centra en la normalización del organismo. Es una de las cartas para poder acercarse a los mercados de crédito.Con algunos traspiés, como el nombramiento del ultramorenista Norberto Itzcovich, Boudou convocó a distintas universidades nacionales para evaluar las distintas metodologías (ver aparte). Las últimas publicaciones del INDEC reconocían la desaceleración de la actividad económica y los índices inflacionarios se acercaban más a los calculados por los privados. Por lo tanto, se esperaba que el organismo reconociera un aumento de la pobreza. La consultora Ecolatina aseguró que la pobreza alcanza al 31,8% y la indigencia al 11,7%. El gerente de Economía y Finanzas, Rodrigo Álvarez, aseguró que “hace dos años que está subiendo la pobreza porque la inflación les gana a los salarios, y en el último año se observan problemas en el mercado laboral, con gente perdiendo puestos de trabajo”. El director de SEL, Ernesto Kritz, manifestó estar “sorprendido porque esperaba que el INDEC reconociera un aumento de la pobreza, porque parece muy difícil explicar cómo cayó la pobreza cuando se conoció la caída en la actividad y en el nivel de empleo”. Kritz calculó la pobreza en el área metropolitana y aseguró que subió al 31,5%, mientras que en el conurbano trepó al 36 por ciento.Néstor Kirchner durante un recorrida por la provincia de Buenos Aires evitó entrar en polémicas con la Iglesia y sostuvo que la pobreza “se encuentra en el 20, 22 o 23 por ciento”. No fue la única vez que los propios sectores oficialistas contradicen la información del INDEC. Algunas semanas atrás, Boudou anunció la creación de una canasta de alimentos que distribuiría el hipermercado Carrefour. El dato de color es que esta canasta costaba 41% más que la oficial, y si se calculaba la pobreza mediante esos bienes, la tasa de pobreza trepaba al 31,5 por ciento.El sociólogo Claudio Comari es el encargado de realizar la EPH desde el año pasado, aunque fue ratificado en su puesto hace 20 días. El ex militante de Barrios de Pie debió cubrir el cargo del que fue desplazada Cynthia Pok, cuando se rehusó a calcular los índices de pobreza e indigencia a partir de las canastas de alimentos publicadas por el INDEC.
Página12
Mejora con dudas en la canasta
El Indec estimó que la pobreza en el primer semestre bajó al 13,9 por ciento y la indigencia, a 4. En medio de la crisis, llamativa mejora en los indicadores sociales.

La pobreza e indigencia, medidas por el Indec, volvieron a caer en el primer semestre del año. Los nuevos datos están en sintonía con las cuestionadas cifras que viene difundiendo el organismo oficial en materia de inflación y mejoras salariales. Los problemas en la medición de precios impactan directamente en la valorización de la canasta de alimentos que se utiliza para estimar los indicadores sociales. Los datos que el conjunto de las estadísticas públicas convalidan son llamativos en un escenario de desaceleración económica, alza en el desempleo y la subocupación, así como el incremento en el precio de varios productos que componen la canasta básica. Según el Indec, la pobreza alcanza al 13,9 por ciento de la población y la indigencia al 4 por ciento. Las estimaciones privadas, con sus limitaciones metodológicas, superan significativamente los cálculos del organismo estadístico. Más allá de las distintas críticas que recaen sobre la medición, la pobreza se mantiene en niveles elevados en términos históricos.
En la comparación interanual, las cifras oficiales reflejan una caída de 3,9 puntos porcentuales en la pobreza desde el 17,8 registrado durante los primeros seis meses del año pasado. Para la indigencia, la reducción fue menor, pasó de 5,1 al 4 por ciento. Así, 3.429.000 millones de personas se ubicaron por debajo de la línea de la pobreza, de los cuales 995 mil se encuentran en situación de indigencia.
El fuerte proceso de crecimiento económico, la recuperación del empleo y la sistemática reducción de la desocupación iniciados en 2003 no lograron reducir significativamente la pobreza y la desigualdad. Si bien existen dificultades para comparar los distintos períodos, los datos actuales de pobreza se ubican tres puntos porcentuales por debajo de los mejores registros de la década del noventa, cuando las políticas neoliberales impulsaron el proceso de concentración y exclusión social.
La reducción en los niveles de pobreza e indigencia resulta llamativa en medio de la crisis financiera internacional y la desaceleración en el nivel de actividad doméstica. Entre los primeros semestres de 2006 y 2007, cuando la medición de precios no generaba controversias, la pobreza retrocedió de 31,4 a 23,4 por ciento y la indigencia, de 11,2 a 8,2. En ese período el PIB creció a un ritmo del 8 por ciento y el desempleo cayó desde 10,9 hasta 9,2 por ciento. En el actual escenario, donde se estancó el proceso de crecimiento, crece la puja distributiva y sube levemente el desempleo, es difícil comprender los resultados que arroja el Indec.
En el Gobierno reconocen el déficit en materia social, pero advierten que tras la salida de la convertibilidad la pobreza abarcaba a más del 50 por ciento de la población y la indigencia rondaba el 30 por ciento. Los datos privados, desde consultoras vinculadas con políticos opositores hasta la CTA, estiman un fuerte deterioro en los indicadores sociales en los últimos semestres. Guillermo Cruces y Leonardo Gasparini del Cedlas calculan que la pobreza no empeoró ni mejoró, desde 2006 hasta el segundo semestre del año pasado. Pero, para los primeros seis meses de 2009, los economistas advierten que “si bien hasta ahora los indicadores no se habían disparado como señalan algunos escenarios privados sino que se habían estancado, con la actual desaceleración económica la pobreza tiene que haber crecido”.
Pese a las mejoras generalizadas registradas por el Indec, la distribución geográfica de la pobreza se mantiene inalterada. En las provincias del Noreste y el Noroeste, todavía se ubica por encima del 20 por ciento. Por fuera de estas regiones, Concordia es el único aglomerado del país con ese comportamiento. En el NEA, el indicador alcanza el 25,6 por ciento y en el NOA sube hasta 20,8 por ciento. Las regiones más afectadas continúan siendo Gran Resistencia, Posadas, Corrientes y Santiago del Estero-La Banda.
En el Gran Buenos Aires, la pobreza descendió hasta 12,4 por ciento, mientras que en la ciudad de Buenos Aires se mantuvo sin cambios en 7,3. En los partidos del conurbano cedió hasta 14 por ciento. La región patagónica, Gran Rosario y San Nicolás-Villa Constitución registraron leves incrementos en la cantidad de personas en esa situación. Para las estadísticas oficiales, la pobreza cedió en Jujuy-Palpalá desde 30 por ciento hasta 17,1 por ciento. Algo similar registró en Salta.
A mediados de agosto el DT del Indec, Norberto Itzcovich, señaló que en el organismo estaban analizando la posibilidad de modificar la actual medición de la pobreza: “La metodología es de la década del noventa y fue impuesta por la Cepal, a partir de medir únicamente los ingresos monetarios de las personas”, explicó entonces el funcionario, que no especificó qué otras variables contemplaría la alternativa. Itzcovich apuntó que la Canasta Básica Total, que se utiliza como umbral de pobreza, “no se valoriza a los precios actuales, sino que se traen los valores desde 1985. Por eso algunos pueden no sentirse representados”, dijo refiriéndose, supuestamente, a las ponderaciones. En el primer semestre la CBT acumuló un incremento de 2,8 por ciento. Varios especialistas celebran la intención de actualizar las mediciones, pero advierten que los principales problemas no son metodológicos.
Por Tomás Lukin